
Antes
(cuando no conocía la nieve) soñaba
con ese momento donde por primera vez la vería y tocaría, pero ese sueño se está
convirtiendo en un dolor de cabeza.
Me
da pereza tener que poner tanta prendas de vestir que quien me ve de lejos, no
distinguiría si un bojote de ropa o un ser humano.

Un
polo, un abrigo, otro abrigo más potente, guantes, una media para el frío, una
licra manga larga, un pantalón, un par de botas, un gorro, una bufanda, ¡virgen santísima! diría mi madre, para que tanto trapo.
Un
infierno blanco en mi país lo primero que pasaría, seria que los choferes de
carros y guaguas publicas subirían el precio del pasaje, argumentando que el exceso
de ropa le haría gastar más combustibles y tendrían que reducir uno de los
cuatros pasajeros que lleva un asiento.
La
Defensa Civil pondría en alerta roja todas las provincias y el jefe de la Policía
Nacional convocaría una rueda de prensa, solo para decir que las personas que
se encuentren sin la ropa adecuada para el frío serian arrestado y exhibiría
como trofeo varios ciudadanos infractores.
Las clases en la UASD se suspenderían, mientras
que el Politécnico Loyola seguiría dando docencia normal, los diputados destinarían
un fondo especial (el icebarrilito) por la situación.
El
presidente inauguraría varias escuelas debajo de la nieve, mientras la prensa captaría
el momento donde saltaría la nieve y no los charcos para ponerlo al día
siguiente en primera plana.


Escribes muy bien Jansel. Muy gracioso ese teto.
ResponderEliminarGracias amigo, todos los sábado espera un articulo distinto. Y no olvides dar clic a los patrocinadores jajajaja. Seguimos en contacto.
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